
Todos los días, al amanecer,
contempla su foto una vez más
con la esperanza de volverle a ver,
y las lágrimas comienzan a brotar.
Aún conserva esa rosa marchita,
marchita como su corazón;
esa rosa sin vida,
ésa, que él le regaló.
Esto ocurrió una mañana primaveral,
hace ya algunos años:
Ella estaba durmiendo y, al despertar,
él no estaba a su lado.
Y se sintió sola y comenzó a llorar,
y él apareció por la puerta.
Y le dijo: "Ya no llores más;
mi niña, ¿ya estás despierta?
Esta mañana desperté temprano,
pero no te quise molestar,
asi que salí despacio,
pues vi esta rosa brotar.
Y la cogí pensando en ti:
ella es hermosa y es bella;
tú, en aquel jardín,
serías entre rosas una estrella:
Más preciosa que la vida,
más brillante que el amor;
esta rosa sin espinas
es el símbolo de mi corazón.
Cógela ahora si me amas,
guárdala si me aprecias,
consérvala si me estimas
y tírala si me desprecias.
Pero yo ahora he de irme,
pues tengo que trabajar;
no vengas a despedirme,
pronto de vuelta voy a estar."
Pero, desgraciadamente,
su palabra no cumplió.
Desde entonces yace eternamente
donde la carretera se lo llevó.
Por eso ella aún le recuerda,
y le habla a la rosa marchita,
pues en el lugar donde él se encuentra
la escucha, y de impotencia grita.
Más un día ella le oyó
y quiso juntarse con él;
con un cuchillo las venas se cortó
al llegar el anochecer.
La rosa marchita se abrió
como se abre un capullo en primavera,
y un rojo intenso recobró,
y volvió a la vida, tras larga espera.
Ahora que sus corazones
están juntos otra vez,
ahora, ya no hay más razones
para llorar al amanecer.
1 comentario:
Puff!! así estoy yo, no hago mas que escribir poesias para recordarle y con 26 años, me ayuda a aliviar el llanto
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